Edu Valiña, artista: “Mi trabajo habla de mi identidad y mi territorio”

SarriaXa
Hablamos con Eduardo Valiña, de O Páramo, artista y comisario independiente con una amplia trayectoria en la gestión y promoción del arte contemporánea en Galicia y fuera de ella
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31 Dec 2025

Jessica Fernández

El artista, Edu Valiña, licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Santiago de Compostela, comenzó a exponer a finales de los años noventa con un trabajo centrado en la identidad, el territorio y el paisaje humano. Ha participado en exposiciones en Galicia, Portugal, Cuba, Bruselas, Nueva York o Rumanía, con proyectos destacados como Nieblas Gallegas, El espectáculo de la periferia o Páramo. También ha colaborado en intervenciones en el medio natural y en bienales internacionales como la de Cerveira (Portugal).

Dentro de su trayectoria, fue co-comisario del proyecto Procesalia para la USC entre 2001 y 2003; y entre 2002 y 2006 asesor artístico de la galería Espacio 48. Dirigió y fue comisario en la Bienal SACO de Arte Contemporáneo en Sarria (2001-2006) y realizó comisariados en instituciones como la Fundación Eugenio Granell, el CGAC, la Cidade da Cultura, la Casa del Cordón en Burgos, la Fundación Luís Seoane, el Castillo Santa Catalina de Cádiz, el Museo Esteban Vicente de Segovia o el Museo Provincial de Lugo. Actualmente es conservador jefe de la Fundación Eugenio Granell y miembro de la Sección de Creación y Artes Visuales Contemporáneas del Consello da Cultura Galega.

Además, colabora habitualmente con proyectos culturales y espacios como Residencias Paraíso/RPM, LX Factory, Jääl Photo Madrid u Off Limits, y ha participado en festivales como Intersección - Festival Internacional de Cine de La Coruña. También ha formado parte de jurados y programas vinculados al arte y la cultura gallega, como EAN/Cidade da Cultura, Xuventude Crea, Premios de la Crítica de Galicia o Premios Artesanía de Galicia, entre otros.

¿Cómo se definiría a sí mismo?

Soy un creador gallego que procede del ámbito no urbano y desarrollo tanto proyectos plásticos como de gestión cultural dentro del contexto gallego, nacional e internacional. Mi trabajo constituye una reflexión sobre la identidad y el paisaje humano, abordando cuestiones relacionadas con el territorio y la comunidad en la que se inscribe.

¿Cómo surge su amor por el arte?

Se trata de una vocación, no de un hecho que surja en un momento concreto. Es algo inherente a mí: desarrollo mis proyectos como una necesidad vital de representar mi vida y otras cuestiones vitales que ocurren a mi alrededor. Siento que formo parte de un entorno que también habla de mí; mi proyecto es contextual. Por otra parte, establezco vínculos en relación con el arte y la cultura contemporáneas, reivindicando lo propio desde la identidad y el territorio. Un territorio amplio y complejo que cambia desde lo comunitario: lo observo, analizo cómo varía, cómo se transforma, cómo se manipula y cómo se trabaja en él. Todo esto se convierte en una expresión identitaria, en un discurso que profundiza en nuestra manera de estar y ser en el mundo.

¿Cómo evaluaría su trayectoria?

Soy artista y gestor cultural con una trayectoria amplia, marcada por numerosos proyectos y producciones a lo largo del tiempo. Aunque he participado en exposiciones relevantes, mi producción se conforma como parte de un proceso de trabajo constante y orgánico. No es lo mismo abordar un proyecto individual para una gran exposición que colaborar dentro de otras propuestas colectivas. Trabajo frecuentemente con otros creadores, músicos, escritores y profesionales de otras disciplinas, lo que convierte cada proyecto en una experiencia multidisciplinar y enriquecedora. Algunas exposiciones han marcado especialmente mi trayectoria, destacando aquellas en las que las instituciones apuestan por producciones arriesgadas. Me interesa trabajar con el espacio expositivo y con proyectos que dialoguen con el lugar y con los públicos. Por poner un ejemplo, trasladar un árbol centenario desde El Páramo a la Capilla de la Trinidad del Museo Barjola de Gijón, acompañado de una intervención sonora y otras obras creadas específicamente para ese museo. Este tipo de proyectos deja una huella profunda, pues implican una gran infraestructura humana y material, así como un recorrido y retorno interesantes. Son proyectos expositivos que marcan la trayectoria profesional, concretando momentos significativos en mi producción.

¿Cuáles son los temas que suele tratar en sus composiciones?

Desde mis inicios me represento a mí mismo a través de la cultura propia del ámbito rural y del territorio. Tomando como referente mi relación con el medio y partiendo de un entorno familiar vinculado a la tierra, un origen que influye profundamente en mi manera de ver y crear. Formo parte de una comunidad que mantiene una relación directa con el lugar, con sus costumbres y vínculos con un espacio que se convierten en símbolos de representación. Esa esencia es fundamental en mi trabajo: sin pertenecer a una comunidad, a veces no es fácil acceder a ciertos códigos culturales que permiten comprender la realidad desde dentro. Pertenezco a una generación de artistas que emerge a finales de los 90 y en los primeros años 2000, en un momento de transformaciones sociales, culturales y territoriales. Vivimos cambios profundos en la forma de pensar, de actuar e incluso en la infraestructura del ámbito rural. Desde una perspectiva humana, habitar un pueblo supone vivir en un contexto con características muy específicas: una población concreta, el impacto de la industrialización, la irrupción de las máquinas, la evolución de las relaciones interpersonales y con la naturaleza, la transformación demográfica y el envejecimiento de la población favoreciendo el tránsito hacia nuevas estructuras. Todo esto afecta directamente al territorio: la implantación de la extensificación frente al minifundio, una nueva organización de las masas forestales, la implantación de energías renovables y otras cuestiones relacionadas. Estas transformaciones sociales, económicas y culturales, todas ellas producto del ritmo del mundo contemporáneo, están presentes en mi obra. Me interesa especialmente cómo el ser humano modifica el paisaje y cómo esos cambios hablan también de identidad, memoria y pertenencia. Por otra parte, me interesa especialmente el patrimonio inmaterial como base del conocimiento y hilo conductor de la creación. En este sentido, la palabra cobra protagonismo, y el uso del idioma propio se convierte en un acto de resistencia frente a la tendencia a emplear lenguas ajenas como sinónimo de prestigio.

¿Qué materiales y técnicas utiliza para desarrollarlas?

Muy pronto comencé a experimentar con materiales orgánicos, reciclando elementos del propio territorio, como la hierba, la madera o el maíz. Posteriormente, incorporé la fotografía como herramienta para documentar acciones en el espacio natural. Como artista contemporáneo utilizo diferentes medios: vídeo, fotografía, objetos, instalaciones con luz o sonido… Empleo todo lo que tengo a mi alcance para construir mis obras, siempre desde una intención clara. Los materiales que uso tienen un sentido y una procedencia vinculada a mí: son elementos que recojo de lugares con los que tengo una conexión personal. No trabajo con materiales al azar, sino con aquellos que contienen una carga simbólica, representativa de la comunidad o del territorio al que pertenezco. Para mí, es fundamental que exista esa relación con el entorno. Me interesa recoger elementos que permitan abrir un diálogo sobre los cambios en las costumbres, en la vida cotidiana y en la evolución del contexto en el que vivimos.

Llevó ‘Zona de confort para observar el horror’ al festival INTERSECCIÓN.

Este año, en el marco de mi proyecto individual Después del incendio, inaugurado en Mèdol —Centro de Artes Contemporáneas de Tarragona—, desarrollé la pieza Zona de confort para observar el horror, que establece un vínculo entre Galicia y Cataluña a través del paisaje. La intervención parte de los acantilados de Loiba (Galicia), un lugar donde la acción humana —un banco colocado por un vecino y una inscripción de un turista que se volvió viral— transformó el espacio en un reclamo turístico. Este paisaje natural contrasta fuertemente con el entorno industrial de Tarragona, generando un diálogo entre lo natural y lo artificial, mostrando dos problemáticas distintas: turistificación y contaminación. La video instalación se complementa con elementos naturales recogidos en la Ulloa, en el lugar que ocuparía la macrocelulosa ALTRI, en colaboración con la residencia artística internacional Do Picho en Palas de Rei, añadiendo una capa de memoria material al proyecto a través de los carteles utilizados en las manifestaciones. La pieza funciona también como denuncia: invita al público a reflexionar sobre la relación naturaleza-industria, la transformación del territorio y el impacto de las acciones humanas sobre él.

¿Cuál es el futuro del arte contemporáneo, concretamente en la comarca de Sarria, y de usted como artista?

El futuro del arte contemporáneo en la comarca de Sarria dependerá en gran medida de la capacidad de conectar con el territorio, generar redes y contar con espacios y políticas culturales que apoyen procesos a medio y largo plazo. Cabe destacar la diversidad de creadoras y creadores con carreras destacables en las diferentes disciplinas. Junto a esto, conviene resaltar también iniciativas que acercan la creación actual a la ciudadanía, así como propuestas de arte público, presentes tanto en el ámbito urbano como en espacios naturales. Un buen ejemplo de esto es la Ruta Fiz Vergara Vilariño, en el Concello de Samos, promovida por la Asociación Ergueitas. En mi caso, como artista, sigo trabajando desde la experiencia directa con el medio, con una práctica que evoluciona, pero que mantiene un vínculo constante con la identidad, con la memoria y con el cambio. El futuro no lo entiendo como una meta, sino como continuidad de un proceso donde la creación es también una forma de vida y de posicionarse ante las diferentes realidades.

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