Pura López, escritora de O Páramo: “Yo quería salir del campo, era injusto como nos trataban”
Por Jessica Fernández
‘La niña que quería ser pájaro’ es un libro que relata la vida de Pura López, de la infancia, del que no entendía, de la religión, de las costumbres, de la violencia contra los pequeños... Por eso, el libro está ambientado en O Páramo, donde trata el tema de las herencias, de la posguerra, de la gente, de los labradores y de la diferencia de clases, “que era muy marcada y yo no lo entendía. A los señores había que hacerle el paso. Yo no entendía la desigualdad”, explica.
Pura López, paramense, vivió en la parroquia donde estaba situado el Ayuntamiento antes de que se había trasladado al Campo de la Feria, hasta el 17 años, con una infancia y adolescencia complicada. “Yo no quería vivir ahí, no me gustaba el campo, y además tuve una vida muy dura. Yo quería estudiar, pero no había manera; mi madre tenía dinero y podía estudiar pero no los quería gastar en eso. “¿Para que quieres estudiar?”, decía mi madre, y yo le contestaba: “para lo cual sea, yo quiero estudiar”. A La escuela, de pequeña, casi no iba porque yo era muy traviesa y como hacía muchas travesuras, el único castigo que funcionaba conmigo era quitarme de ir a la escuela”, explica.
Desde pequeña tenía ansia por aprender y leer, por lo que cogía los periódicos que traía su padre y quedaba a la noche con la luz del candil leyendo. “Te fija se me gustaba”, subraya. “Yo era una niña rara porque era diferente a las niñas de mi edad. A los 15 años hacían un menaje y yo el único que quería era largarme la donde había sido”.
De ahí viene el título de su libro; ‘La niña que quería ser pájaro’, su primera obra de narrativa, ya que Pura López siempre tuvo la necesidad de salir de su pueblo. “Tenía una tía en Buenos Aires y yo quería irme con la tía, quería volar, envidiaba a los pájaros. Mi madre, además, me cantaba una canción de las golondrinas y yo quería ser una de ellas, quería irme a América porque aquí no quería estar”, sostiene.
Así, explica que su madre dejó un grano poso en su carácter: “Mi madre era muy ancestral y chocábamos mucho. Me pegaba una paliza casi cada día porque mi hermano y yo cuidábamos de las vacas todo el día, nos tirábamos en el prado y quedábamos dormidos. Cuando las vacas escapan, y mi madre cuando se enteraba, zurrábamos y más a mí, que era a mayor, y yo encontraba eso injustísimo. Yo envidiaba a los niños de los reformatorios, yo quería marchar, quería volar.
Además, añade que le molestaba muchísimo como trataban a la gente del campo, a los labradores, “como ciudadanos de segunda”; y como muchos no sabían leer ni escribir, “intentaban engañarlos”. Con todo, la situación de las mujeres en aquella época, que ya era complica, era peor. “Mi padre tenía un primo que era médico y que le decía a mío padre que el mejor que podía hacer conmigo era casarme, y mi padre le contestaba que sus hijas estudiaban, pero el médico repetía que era mejor que había casado. Cuando tuve 15 años mi madre habló con la de un primo mío y querían juntarnos, y cuando me lo dijo, me puse cómo una moto, dije que ni pensarlo”, argumenta. “Yo tenía tantas ganas de salir, que pensé en hacerme monja, pero mi madre se opuso absolutamente y se enfrentó con el cura. En ese momento no lo sabía, pero tuvo toda la razón, porque se me hubiera metido monja sería un desastre”.
En la adolescencia, la situación de Pura López, que cuenta en su libro autobiográfico, no mejoró. “Cogí una depresión muy fuerte porque no sabía que hacer, me trataban cómo se había sido una chica rara, no salía mucho... entonces, le dije a mi madre quería coser, y fui a coser a la casa de una vecina, y luego fui a trabajar a Lugo la casa de la modista Lugilde, la mejor de Lugo. Como no me gustaba, fui mirando que podía hacer para estudiar y me hablaron del nocturno. Gracias a unas monjas en Santo Domingo que preparaban para Bachillerato, comencé a estudiar con 19 años mientras trabajaba cosiendo ropa. Al final del curso, cuando tenía que volver la casa, encontré trabajo con la modista Lugilde, pero eso no era venida porque no ahorraba nada, no llegaba el fin de mes y busqué opciones”. explica.
UN CAMINO DIFÍCIL
“Un día en el instituto, ya en segundo, escuché que unas chicas hablaban de Telefónica y fui inscribirme. Así, me llamaron para Telefónica de Barcelona, y marché con mi madre estando en contra. Así, comencé a trabajar en Barcelona, pero al ser todo nuevo para mí, me liaba mucho, y al haber tanta competencia entre las compañeras, dejé de comer, tenía una tristeza tremenda, no me adaptaba a la ciudad, y estaba tan ahogada que cogí una anemia y tuve que volver la casa, donde mi madre, al llegar, me dijo que no valía para el mundo y que a ver se encontrábamos algún labrador que me había querido. Cuando me recuperé, en octubre, volví a Barcelona para coser con una modista, pero no me gustaba, por lo que empecé a buscar clínicas sanitarias, que era lo que me gustaba”, cuenta López.
En su libro autobiográfico cuenta como un día subió al autobús para conocer mejor la ciudad y paró en el Hospital Sano Pablo: “Me encantó y al día siguiente fui entrevistarme con el gerente del Hospital, que tenía ascendentes gallegos, y con el que comencé a trabajar el 21 de diciembre en neurología. Trabajé en horario nocturno y mucho por las huelgas que protagonizaron unas estudiantes de Enfermería. Después, al cambiarnos los turnos, me pusieron en horario de día, con el que no podía estudiar, ya que yo había empezado 3º de Bachillerato, por lo que estuve dos meses fatal, sin comer, e incluso estuve ingresada por los nervios, hasta que me volvieron a poner de noches”, comenta.
Después de neurología, Pura López, que en el libro aparece como Elvira Castro, pasó a digestivo y, finalmente, a partos, donde siguió el resto de su vida laboral. “Con 22 años comencé a trabajar de comadrona y ahí seguí hasta que me jubilé en el 2015. Además, después de Bachillerato hice la carrera de Enfermería, la de Psiquiatría, el curso de Matrona y trabajé en varios hospitales, como en Manresa”, explica.
El AMOR POR LA ESCRITURA
Pura López siempre quiso escribir, ya que le encantaba leer y se sentía unida a las historias de las novelas, pero no pudo desarrollar su pasión hasta después de jubilada por estar muy enfocada a su trabajo y la crianza de sus hijas. “Mi trabajo me hizo muy feliz, por eso dejé la escritura para cuando había estado jubilada. Así, con menos cargas, me metí a teatro y a baile, que siempre me gustó, y empecé a escribir los cortos de teatro que me los hacía allí, había un señor que era abogado a lo que le gustó mucho uno corto que escribí sobre la Navidad y me animó a escribir narrativa. Empecé así a ir al Ateneo de Barcelona en 2019 en el Ateneo y, después de la Covid, momento en el que casi fallezco, decidí escribir mi libro autobiográfico, algo que le había prometido hacer a mis hijas se salía de allí”, explica Pura. De esta manera, lo presentó por primera vez en el Hospital Sano Pablo, donde trabajó, y luego tuvo lugar a presentación a finales de agosto en el Páramelo y en Portomarín, “donde me sentí muy arropada por todas las personas que estuvieron en la presentación y sobre todo por mi prima Matilde, que fue quien organizó todo y hubo muy buena colaboración con el Ayuntamiento de O Páramo. Me siento súper bien por toda la acogida que está teniendo la obra, tanto en Barcelona, como en Sitges, que es donde vivo yo, como en el lugar de donde vengo, en el Páramelo. Me siento súper feliz por todas las personas que os preocupáis por mí, por mi obra y por mi vida, que al final el libro, con nombres cambiados, ve del que viví”, argumenta.
López sostiene que cree que el libro ya publicado genera “empatía, compasión, cariño... La mayoría de las personas que compraron el libro destacan mi capacidad de resiliencia en superar las cosas que me pasaron durante mi vida y que yo fui capaz de perdonar a seguir adelante”. Así, adelante que el libro comienza con una llamada de teléfono avisando a Elvira de que su madre está a punto de morir y ella, después de una guardia de 36 horas en el hospital, marcha a Lugo en avión. No trayecto, recuerda todos los momentos que pasó hasta llegar al punto actual y el libro finaliza con un reencuentro entre madre y hija en el que se piden perdón mutuamente.
Así, cree que “escribir es una esclavitud, pero una esclavitud que a mí me gusta porque hay que escribir, leer mil veces, repasar, ver se ha sentido lo que está puesto... aunque yo voy al concreto y cuento las cosas como son, que además me lleva mucho tiempo porque no me manejo bien con las nuevas tecnologías”, explica. Por eso, ya está empezando a escribir otro libro en el que quiere contar la vivencia de los sanitarios durante la pandemia de la Covid. “Yo empecé con Covid el día de San Valentín y había una fuerza que tiraba de mí, pero yo no quería marchar mientras estuve en intensivos, tuve la suerte de que mi hija era enfermera, pero muchos no pudieron despedirse de sus ser queridos. Además, quiero hacer una especie de denuncia y ponderar la enfermería, ya que las enfermeras españolas son las mejores y están deshaciendo la sanidad. Yo quería escribirlo para mis compañeras como un reconocimiento, para los muertos que marcharon sin el calor de sus familiares, recordar el miedo y pánico que tenían las enfermeras de llegar la casa y contagiar a sus familiares”, concluye.