Mari Armesto, de la Asociación Cultural de Laiosa: “Queremos dignificar nuestra vida”
Por Jessica Fernández
¿Cuándo y cómo surge la asociación?
La asociación surge hay más de 40 años, en los años 80, en la que un grupo de vecinos decidieron poner en marcha esta agrupación, que yo mamei desde pequeña, ya que mi madre también formó parte de ella. Aquella era otra época en la que Laiosa tenía más habitantes y la juventud era un pilar fundamental para fomentar un lugar de encuentro y activación. Antes, la cosa era más natural porque la juventud estaba toda junta, mientras que ahora mantener la asociación requiere un esfuerzo. Antes la juventud se involucraba de una forma activa porque era parte de su ocio, ahora los que estamos al frente de cualquier asociación hacemos voluntariado y es un compromiso para no dejárselo esmorecer, es un deber. Además, cada uno estamos en un sitio y los trabajos de ahora son diferentes.
Por lo tanto, ¿puede decirse que la evolución de la asociación fue hacia una situación peor?
Sí, en cierto modo, porque para organizar un magosto, que parece algo sencillo, tenemos que utilizar nuestras vacaciones. Hay que buscar tiempo libre para dedicarle aparte de comunidad y es sacrificado porque a nivel institucional tampoco se fomenta la dignidad de las aldeas ni se nos facilita nada, por lo que tenemos que ser nosotros quien tire del carro. Por otra parte, la parte más difícil es combatir la resignación que ya está instaurada en el sentir de la gente de que ellos no lo merecen. Nos dicen que “como somos pocos, para que hacerlo”. La parte cultural está en la dejadez, no se considera un servicio que hay que potenciar, y para nos es el eje fundamental de la vida. Ahora, hay comodidades en el rural, pero se perdió el sentido de estar aquí. Somos combatientes con la idea de romantizar las aldeas, hay cosas que son inigualables aquí, pero también sabemos como es vivir aquí y lo que padecemos, sin servicios, sin programación cultural, estamos aislados... Además, se perdió la costumbre de hacer fiestas después de los trabajos, con el que se perdió la afectividad, la confianza... Hay residencias para mayores, pero lo que se respira no es un ambiente vital, no hay esa energía. Entonces, cuando organizamos algo, es una actividad singulares y original, es un revulsivo para muchas semanas.
¿Qué actividades organizan?
Hacemos dos reuniones anuales, la del magosto, que siempre lo convertimos en una propuesta cultural y participativa con actuaciones de los propios vecinos para afianzar las relaciones; y en verano siempre hacemos la cena de socios, en la que participa mucha gente que viene de vacaciones de distintos lugares, y muchas veces está acompañada de actividad lúdica u ocio. Además, a lo largo del año, dependiendo de como sean nuestras vidas, organizamos otras actividades, como cursos, excursiones, jornadas sobre etnografía, memoria... Parece que hacemos actividades puntuales, pero somos muy de la parte perfomativa, hacemos el que nos gusta, somos flexibles y vamos viendo lo que nos apetece hacer. Pretendemos ir fluyendo y eso es ser corresponsables con el que hacemos. A veces programamos algo y dependiendo de la participación de la gente, cambiamos. Es trabajar con la gente sin imponer.
¿Cuántos socios tienen?
Actualmente, la asociación cuenta con más de 100 personas de Laiosa, de las parroquias vecinas, de fuera... Hay gente que vino la alguna actividad y quedó tan sorprendida que se unió porque viene y respira esto y le parece impresionante. No hacemos una cultura de consumo, el más importante es el vínculo e intentar crear patrimonio vivo.
¿Cuáles son los valores de la asociación?
Dignificar nuestra vida, que somos importantes; hacernos valer porque parece que lo tenemos que chillar, que no se da por hecho. No somos un núcleo histórico arquitectónico, artístico... pero tenemos un patrimonio social, vivo, necesitamos respirar cultura, esa parte comunitaria que cura parte de las enfermedades mentales que se sufren en el rural. No estamos en el mapa de Galicia como una zona de las zonas punteras y destacadas y estamos abandonados por las instituciones. Este sentir que tenemos es el mismo en todas las asociaciones del rural que intentan trabajar por la gente. No se nos pone en valor a la gente que trabajamos por el bien común de las aldeas.
¿Tienen colaboración de otras entidades?
Puntualmente pedimos cositas al Ayuntamiento de O Incio o la Diputación de Lugo para para pagar una jornada o una actuación, porque no hemos presupuesto y hacemos ingeniería inventiva para conseguir recursos. Pero la carencia es que no hay un acompañamiento directo; las propias instituciones no creen en este tipo de vida, van haciendo alguna cosa, pero no hay una voluntad política por que esta parte asociativa esté apoyada, no les parece importante. Aquí no es mandar unos gaiteros, es estar con la gente. Parecen tontadas, pero la labor de las asociaciones del sur de Lugo es similar y es una problemática honda.
¿Cuáles son los proyectos de futuro?
Como proyecto de futuro, seguir como hasta ahora. Estamos muy comprometidas, vamos a seguir haciendo las dos reuniones anuales y otras actividades, y queremos combatir esta parte negativa. Tenemos ideas muy potentes que se presentaron a las instituciones pero no hacen caso, solo necesitamos acompañamiento y sensibilidad política, y es urgente. Va a ser complicado el relieve generacional, porque los más nuevos ya estamos al frente, pero estaremos aquí para dignificar nuestra vida y que la cultura es un eje fundamental, como lo comer. Necesitamos gente que escuche al vecindario y que intente hacer cosas, que nos escuche como voluntarios del rural, ya que somos los intermediarios entre el vecindario y las instituciones. Tenemos muchas y buenas ideas, pero a veces no conseguimos lograr todo lo que nos proponemos por falta de apoyo.